La semana de vacaciones que a pulso me gané, una semana de friega mudancera lo avala, la he pasado mayoritariamente en cama pues me enfermé de la garganta. Hasta ahora evité la gripe, pero el otro bicho va a tardar en salirse por que tengo pocas armas para combatirlo. Resulta que hace unos años desarrollé una
intolerancia a los antibióticos (mira que eso si es estar... si en algo podía confiar era en los antibióticos y ahora hasta ellos me han abandonado). El
síndrome de steven-johnsson, que me produce úlceras en la boca, similares al
herpes, como si hubiera pasado lista a todas las sexo-servidoras del
corredor de entretenimiento nocturno de calzada de tlalpan; supongo que el tal Steven y el tal Johnsson tenían una reputación de juerguistas para dar miedo, en fín. Lo único que puedo tomar es antibiótico natural: propóleo, que sabe a cicuta y verdaderamente dan ganas de cuidarse y no volver a enfermar. Mi madre, por su parte, me obligó a tomar un té que lleva por nombre comercial Pyrexa, de Vick's; sabe tan mal, que una parte de mi muere con cada trago que tomo.
NO es tan malo verse forzado a abandonar los antibióticos, muchos teóricos conspiracionistas afirman que los gobiernos empezaron desde los cincuentas un programa de
control mental vía antibiótica. Si esto es cierto, ya entiendo por qué mi organismo ha terminado rechazándolos y me alegro. Gozaré de individualidad y conciencia durante otros años más, aunque les pese a quienes me rodean. Por lo demás, espero que sus vacaciones pascueras hayan resultado más emocionantes que las mías.